
El tiempo no ha conseguido borrar de mi memoria aquella clase magistral, en la que nos habló del uso que hacíamos en esta santa tierra Baetica del nuestro idioma castellano... que por aquel entonces no era español...
Recuerdo perfectamente mi situación en la clase, al fondo y a la derecha; el color de las bancas, amarillo Moliere, qué suerte la mía; mi compañero de clase, Oscar la máquina; la mesa de Don Manuel, en la otra punta...
Aquella fue una exposición coherente, ilustrada, y sin esa subjetividad exaltada propia del que pregona las virtudes de aquello que ama (ese peaso pregonero)... Nos hablaba de una lengua viva, ingeniosa, creativa, caprichosa y muy exigente con la gramática pero respetuosa con ella...
ciertamente con muchas imperfecciones en su habla, pero...
acaso ahí pudiera estar esa cadena de montaje, esa trituradora parda que, por ejemplo, ha hecho del castellano medieval del “Cantar de mio Cid” lo que hoy habla Losantos... ni debajolagua se calla la mamona...
Anteayer tuve un día malísimo... y no pude sino concederme un exceso de sibaritismo de a veinte euros. Así que me compré el “Diccionario del habla sevillana” de Manuel González Salas, que acaba de publicar Almuzara...
Reconozco que me he tenido que reír, no sólo de lo buenos que somos, sino, sobre todo, de cómo nos lo cuenta el autor. Un largo y magnífico trabajo de recopilación que se nos ofrece con toda generosidad para que lo disfrutemos. Sirvan algunos ejemplos.
De la mejor ranciedumbre...
Abuja*. Aguja. “las del ojo dorao”, las que de antiguo han preferido siempre las señoras para la costura porque, según ellas, eran las mejores con diferencia. Por lo mismo, se dice de toda obra bien terminada “que ha quedado de la aguja”, o sea, magníficamente.
De entrañable recuerdo...
Dios. ... “por Amor de Dios, no; por Trajano”. Se trata de dos calles céntricas de Sevilla, paralelas entre sí, cuyos nombres se prestan a tan inocente juego de palabras: “¿cómo se le ocurre eso, por amor de Dios? Por amor de Dios, no, por Trajano.” ...
De gracia verdadera...
Gran puta. Cabeza invisible del putaísmo cuya indignidad se confiere sólo a título de hijos de ella. (ver “puta”)
Y de una actualidad sorprendente...
Mariconcete. No tiene la intencionalidad que parece; está muy rebajada, mucho más hoy día por aquello del orgullo gay.